Después de la lectura de Libélulas en la noche me he visto con la imperiosa necesidad de traeros al autor, Javier Trescuadras, para conocerlo mejor y hablar sobre su libro. Recordad que está entre mis cuatro mejores lecturas del 2018, así que la calidad está asegurada.
Javier, muchas gracias por venir. Estamos encantados de tenerte por fin con nosotros.
Encantado es decir poco.
¡Agarraos fuerte a vuestros escapularios que allá vamos!
Vamos a comenzar hablando de la escritura. Creo que en tu libro indicas que alguien te comentó que se tardan bastantes años en escribir una primera novela. ¿Por qué tantos y en qué medida se reduce el tiempo requerido para crear una segunda?
Lo leí por ahí, en realidad. Es cierto que, en mi caso, tardé casi cinco años en que Libélulas, como la llamamos en confianza, viera la luz tras hacer y rehacer tramas, corregir, ampliar y reducir desde unas ochocientas páginas que conformaban el manuscrito original hasta las quinientas y poco que dan vida al que todos conocéis. Fíjate que lo curioso es que fueron seis meses de rabiosa inspiración y tuve listo un primer borrador. Me despertaba en mitad de la noche y tenía que escribir, tejer una escena que incluso se me aparecía en sueños. Luego vino lo demás. Cometí muchos errores que los lectores cero me ayudaron a eliminar, pero fue un viaje duro, plagado de piedras que he ido esquivando y aprendiendo para no volver a pisar. Además, la documentación es un punto crucial para mí y al mezclar lo sobrenatural, una leyenda urbana de la ciudad más la investigación policial, es algo difícil si no tienes quién te ayude. Eso ralentiza mucho y yo quería que estuviera al nivel de la historia que pretendía contar: cuando más congruente es la realidad que describes, más fácil es introducirle el terror.
Lógicamente, escribiendo aprendes más que en ningún taller, y el proceso lo aprendí para la segunda y siguientes novelas. Conseguí llegar al final del camino y volver con el mapa.
Entiendo que trabajas, escribes y además tienes hijos. ¿Es posible la conciliación entre la escritura y la vida personal y familiar?
Muy poco. Por desgracia vivimos en un país donde un número muy reducido de escritores viven de ello. Los demás tenemos que quitarle horas al día como podemos. Quizá también eso hace que, en mi caso, tarde tanto en lanzar una obra al mercado, adoro escribir y leer, y cuando tienes una hora libre cuesta mucho decidirte y las fuerzas son las que son. De ello habló Daria Galateria en Trabajos forzados, un libro que recomiendo por lo veraz y entretenido. Trata sobre los malabarismos que hacemos aquellos a los que nos arde la piel si no escribimos, pero que debemos tener una ocupación obligada independiente de la literatura si queremos pagar facturas.
¿Cuántas horas piensas que podido dedicar a la escritura de Libélulas en la noche?
Una vez intenté hacer un promedio teniendo en cuenta la historia, los personajes, las escenas y recursos que comienzan a cocer en mi cabeza hasta que firmo ejemplares en una presentación o feria… eran cientos y cientos de horas. Ten en cuenta que no solo es tener claro lo que vas a crear, que en mi caso siempre llevo libreta y bolígrafo encima; sino la documentación, escenarios, crear la arquitectura de la obra, escribirla y pasado el tiempo, corregir hasta que te sangran las córneas de ver lo mismo una y otra vez. Lees y relees la obra ocho o diez veces hasta que queda lo más pulida posible. Una novela es un jardín que hay que podar y dejar lo más bonito que puedas, y eso lleva mucho tiempo. No creo en quien escribe y publica una novela cada tres meses, lo siento.
Lo que sí puedo asegurarte es que una vez arranco, no hay nada más. No suelo ver películas ni leo otra cosa salvo que esté a punto de terminar. No me apetece contaminarme con influencias de cualquier índole. Escucho una y otra vez la playlist que he creado durante meses para esa obra hasta que la termino. Luego no puedo volver a escucharla en años del empacho, jejeje.
¿Cuánto tiempo llevas escribiendo?
De pequeño escribía poesía. Me enamoré de la obra de Bécquer y Espronceda y fui leyendo a otros poetas como Whitman, Yeats o José Ángel Buesa y sentí esa pulsión. Nada serio. No sería hasta unos mil libros leídos después, allá por 2010 cuando noté cómo ese agujero con el que algunos nacemos no se llenaba ni haciendo fotos ni pintando cuadros (que los conservo, ojo), y volví sobre la escritura, deseando crear y darle un sentido más profundo a mi vida. Comenzaron las publicaciones (más de veinte en proyectos comunitarios), un premio Nosferatu y casi diez años después y tres obras en solitario publicadas, aquí me tienes, deseando contarle al mundo todo lo que llevo dentro, que es mucho.
¿Qué te impulsó a escribir por primera vez y cuál fue el motivo por el que te atreviste con Libélulas en la noche?
Por un lado, la necesidad de contar algo a alguien. Siempre he sido un contador de historias, de anécdotas, de recuerdos. Odio que nuestros recuerdos queden enterrados para siempre y nadie venga a traerlos a la superficie. A veces paso por una calle y ya no está cierta tienda o un edificio que ha sido sustituido por otro nuevo, y me da mucha rabia la velocidad con la que la mente borra lo que hubo. Como si suprimieran una línea entera de código en el Matrix en el que vivimos. Lucho contra ello escribiendo, rememorando lo que no está y a los que no están. Es mi humilde homenaje, mi única manera de intentar perpetuarlo, de que siga ahí cuando yo tampoco esté. Un legado a mis hijos, a quienes me conocieron, a quienes gracias a ese esfuerzo, espero que algún día me conozcan.
Y en respuesta a tu pregunta: escribí Libélulas en la noche por una de las personas más especiales de mi vida. Solo espero haber estado a la altura de lo que su historia merecía.
¿Pensaste tu novela de principio a fin antes de comenzarla?
Estuve cuatro o cinco meses hirviendo por dentro, imaginando, rellenando libretas con escenas, giros y personajes, pisando escenarios reales, entrevistando a personas... Cuando no pude aguantarlo más y tenía todas las herramientas a punto me lancé a escribir. Tenía gran parte de la novela pero para nada el final, sabía dónde quería llegar y las sensaciones que quería causar. El resto fui descubriéndolo conforme la obra crecía.
Un dato curioso es que firmas tu libro como Javier Trescuadras y resulta que se trata de un seudónimo. ¿Por qué lo usaste? ¿Puedo saber tu nombre y apellido real?
Mi nombre real es Javier y mis apellidos son demasiado normales. Cuando pedí a una buena amiga (gracias, Pru) que me ayudara a encontrar un apellido molón para el seudónimo, porque quería que fuera un apellido real, me vino un día con una nota que llevaba escrita una sola palabra: Trescuadras. Ella es documentalista y me habló de que era un apellido castellano, poco utilizado en la actualidad y muy fonético: «Me encanta.» Le dije y así surgió Javier Trescuadras.
Hoy en día, me identifico más con Trescuadras o 3Q (en confianza) como otra buena amiga me bautizó una vez y fue un acierto total, gracias Marta Junquera de mi corazón, que los apellidos reales solo se han quedado para formalismos y formularios oficiales que tenga que rellenar. Nunca he estado más identificado con ser quien soy: Javier Trescuadras.
¿El hombre del saco murciano lleva un saco de arpillera en la cabeza o usa el saco para llevarse a los niños que rapta? ¿Es así el hombre del saco del que te hablaron de niño?
Ja, ja, ja. No. Saín, el hombre del saco murciano usa el saco para raptar niños. O un ciclomotor. El saco de arpillera en la cabeza es invención mía. El tío del saco que me aterrorizaba de niño me lo describieron como a todos, pero al parecer no era bastante para mi subconsciente.
¿Cómo se te ocurrió crear una historia con esta la versión del hombre del saco?
Los malos con máscara parecen más malos. Michael Myers, Leatherface, Jason Voorhees… son claros ejemplos de ello. Quería evolucionar a mi monstruo, quería hacer un hombre del saco diferente, más fuerte, sanguinario, sobrenatural… pero sobre todo más terrorífico. Y conseguí un giro de tuerca que lo hizo diferente, propio, único me atrevería a decir, y al tiempo de todos. Porque a todos nos aterroriza la desaparición de un ser querido, y nos sentimos indefensos ante alguien o algo que oculta su rostro, que no enseña las cartas, que no va de frente. Una arpillera era el elemento ideal para lograr una pátina tenebrosa a su alrededor.
Me sorprende el trabajo de documentación tras Libélulas en la noche. Me parece tan sólido que llegué a pensar que tienes conocimientos de psicología, criminología e incluso de zonas de un hospital desconocidas para mí. ¿Cuál es tu profesión además de escritor? ¿Cómo has podido documentarte?
Voy a decepcionarte porque no tengo estudios relacionados con la psicología. Soy especialista en recursos humanos y trabajo en la Universidad de Murcia en el servicio universitario de empleo. Le busco trabajo a la gente, en resumidas cuentas. La psicología es algo que siempre me ha interesado mucho, pero no la he estudiado oficialmente.
En cuanto a lo del hospital, simplemente pedí permiso y me tiré varios días enteros con el personal de la Sala de Esterilización de uno de los de mi ciudad (no puedo decir cuál), vestido como ellos y tomando notas y haciendo mil preguntas de cómo funcionaba ese trabajo. Me parece tan importante como desconocido, de ahí que Ela San Martín, la protagonista de Libélulas, sea técnico de esterilización. A todos ellos les mando un afectuoso saludo por su paciencia conmigo.
Al igual que me busqué una fábrica abandonada y la visité, mañana y noche, hasta tener una radiografía exacta de lo que buscaba, de lo que sentirían mis personajes al pisarla, del frío colándose por sus agujeros, de los animalillos que correteaban, del miedo que se te mete en el cuerpo cuando descubres que estás solo y eres vulnerable. Cuanto más real, más terrorífico.
Escribes de forma meticulosa sobre la mente de un pederasta y cómo planea uno de sus secuestros. ¿Te has documentado sobre este tipo de atrocidades o has imaginado cómo sería la mente del criminal?
Siempre me ha cautivado el ser humano y la antropología. Llevo años leyendo manuales de psicología y psiquiatría, y soy un fanático de las biografías y películas sobre los asesinos en serie más famosos. Eso me ha ayudado sobremanera. No en vano, tengo en casa un DSM-V, y me lo he bebido de arriba abajo. También he leído mucho a Vicente Garrido, el mayor criminólogo que tenemos en España.
Aunque también me flipa observar durante horas cómo se comporta la gente, cómo actúa y cómo gesticula. Soy un fetiche de los guiños, de los ademanes, de esa manera anómala de andar, de sonreír, de parpadear… hay tantas aristas en un ser humano que me sigo deteniendo a observarlas maravillado. Creo que con eso y un buen puñado de empatía, porque escribir no es otra cosa que empatizar con cualquiera e imaginar su historia, creo que puedes tejer la vida de un pederasta, de una monja de clausura o de un bombero. El truco está en sentir ese interés por cómo será la vida de cualquiera y plasmarla de la forma más fidedigna que puedas.
Para escribir Libélulas en la noche, recurres al testimonio de una persona que sobrevivió al monstruo. ¿Fue capaz de leer tu libro? ¿Qué opinó de él?
Sé que esa persona está muy orgullosa de la novela. Se la regalé nada más recibir los primeros ejemplares y siempre lo ha visto como un homenaje por lo que sufrió y por su historia, que ahora ha quedado inmortalizada y accesible al mundo. Tengo que decir que fue muy valiente al recordar todo aquel horror para que yo pudiera escribir Libélulas y también sé que cuando esté preparada la leerá. Ela es una licencia de Ella, pensé que podría ser una forma de nombrar así, con todo mi respeto, a toda mujer que sobrevive (o no) a un monstruo.
Me llamó mucho la atención que mencionaras a un asesino llamado Gillian Ray. ¿Existió? ¿Los asesinos pueden existir por errores genéticos?
No, Gillian no es real, solo un guiño a El Evangelio del mal. Me gustó mucho ese libro y se me quedó grabado en la mente. Aunque me venía bien en ese momento para la historia porque sí que es cierto que los asesinos por error genético existan, no hay más que ver, por poner un ejemplo, la de familiares en Estados Unidos que se han casado simplemente para no perder su fortuna. Algunos han tenido hijos con taras genéticas que, en algunos casos, derivan en trastornos de personalidad como psicopatías o trastornos mentales como esquizofrenias agudas.
¿Qué tres personas son las que más ilusión te han hecho que lean Libélulas en la noche?
Mi mujer, que es mi lectora ideal y la persona para la que escribo. Si de algo es culpable es del terror que causo, ella siempre me dice: parece que lleva poco terror, ponle más.
Carlos J. Lluch, mi hermano. No hay nadie que haya trabajado más conmigo que él para que Libélulas sea lo que es hoy en día. La leyó no sé cuántas veces, la corregimos, la volvimos a leer y la volvió a leer en solitario. No sé cómo no me odia por ello.
Ese lector anónimo que te escribe un privado de repente para contarte que le ha flipado tu novela. Quizá es el que más ilusión me hace.
¿Quién te gustaría que la leyera?
Si hay alguien que me habría gustado que la hubiera leído por encima de cualquiera sería mi madre.
Una portada maravillosa por parte de Iván Ruso. ¿Le diste alguna indicación sobre cómo la querías? ¿Cómo fue el proceso de creación?
Iván es un genio. En mi opinión, de los mejores ilustradores que hay en España junto con Daniel Expósito (que ilustró mi recopilación de relatos Fenómenos extraños) y Alejandro Colucci. Con unas cuantas indicaciones se hizo a la idea. Captó la esencia de la obra, del ambiente, de lo que quería transmitir y realizó esa maravilla de portada que te sumerge en el mundo sórdido y terrible de mi hombre del saco. Fabuloso.
Solo espero seguir trabajando con él en el futuro.
Y pagarle las cervezas que le prometí.
¿Tienes más obras publicadas? ¿Estás trabajando en algún proyecto?
Antes de 2015 había publicado muchas antologías comunitarias, algunas buenísimas, pero hasta ese año no comencé en solitario y lo hice con Fenómenos extraños, una recopilación de insólitas historias de terror (así la subrayé), fue un éxito, se vendió contra todo pronóstico y desde entonces he escrito una veintena más de relatos inéditos. Algún día volveré a recopilar los mejores y a buscar publicación para ellos. Luego Cazador de ratas me reeditó una novela corta Enciende primero, respira después, versión extendida de un relato con el mismo nombre que me granjeó el premio Nosferatu Día de difuntos de Saco de Huesos. Y gustó mucho, conseguí llegar a la segunda edición, al igual que con Libélulas.
Ahora mismo tengo una novela… un iberian psycho podríamos bautizarla, que es el diario de un sociópata de manual. He buceado aún más en la mente criminal y me he vestido como un auténtico asesino narrando su historia desde su óptica, fría, cruda y abominable. Una novela no para todos los estómagos, pero tenía que hacerlo, debía contarla, mostrar cómo se comporta un ser así, sin filtros.
Si pudieras elegir entre tres editoriales para publicar tu próximo libro, ¿cuáles escogerías?
Con un agente literario bien posicionado que me abra camino me conformaría, de verdad. Me gustaría mucho poder tener uno al que enviarle mis trabajos y que él o ella hiciera el resto, sería un alivio porque no controlo mucho el panorama editorial y nunca sabes a ciencia cierta si lo que haces está bien o no. No sé si esta nueva novela encajaría en Versátil, Ediciones B, Suma de Letras, Insólita, Apache… yo qué sé. Podría estar diciendo una barbaridad y no saberlo.
Y por desgracia, hemos terminado. Muchísimas gracias por saciar nuestra curiosidad, de verdad. Desde que empecé a leer tu libro tuve muy claro que quería entrevistarte y espero verte por aquí en futuras ocasiones o iré a buscarte. Advertido quedas. XD
Un auténtico placer charlar con vosotros y espero volver cuando queráis. El agradecido soy yo.
Es una lástima tener que despedirnos porque me encantaría charlar contigo largo y tendido pero, después de leer Libélulas en la noche, me das un poco de miedito. Menos mal que tengo aquí mi escapu... ¡Oh, no! ¡Mi escapulario! ¡He perdido mi escapulario!
Un placer, pero me largo de aquí!!
Mientras 3Q se marcha, encuentra un escapulario en el suelo. Sonríe, lo guarda en su bolsillo y continúa su camino.
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